Entre los periodistas fallecidos se encontraban Hossam Al Masri de Reuters, Mohamed Salama de Al Jazeera, Mariam Abu Daqqa de AP y Moaz Abu Taha de NBC.

Las FDI confirmaron el ataque, afirmando que se lanzaría una investigación y que “lamentan cualquier daño a individuos no involucrados”, negando que ataquen a periodistas como tales. Sin embargo, Hamás calificó el hecho como una “escalada en el genocidio” y Al Jazeera lo describió como parte de “una campaña sistemática para silenciar la verdad”. Este suceso eleva a más de 240 el número de periodistas asesinados en Gaza desde el inicio de la ofensiva, según cifras del gobierno gazatí, convirtiendo este conflicto en uno de los más mortíferos para la prensa. El ataque también pone de relieve la vulnerabilidad de las instalaciones médicas, que, según Israel, son utilizadas por Hamás, aunque no ha presentado pruebas públicas concluyentes.