Negocios como panaderías, restaurantes y notarías reportaron pérdidas y dificultades operativas.

Incluso instituciones culturales, como el Museo de Arte del Tolima, vieron su funcionamiento afectado al quedarse sin energía en sus salas y oficinas. La situación generó un profundo malestar en la ciudadanía, que dirigió sus críticas hacia la empresa de energía Celsia, cuestionando la recurrencia de los apagones durante cada temporada de lluvias. Los usuarios manifestaron su inconformidad por la aparente vulnerabilidad de la red eléctrica y el silencio de la compañía, que no emitió un comunicado oficial sobre el alcance de los daños ni los tiempos de restablecimiento. Líderes comunitarios y comerciantes solicitaron a las autoridades y a la empresa un plan de contingencia más robusto para responder con mayor celeridad a estos eventos climáticos.