La detonación, ocurrida a las 2:50 p.m.

en una zona comercial y de alto flujo vehicular, tuvo un impacto devastador, con un saldo oficial de seis personas fallecidas, entre ellas una mujer con cuatro meses de embarazo y un joven de 17 años, y más de 80 heridos. La tragedia pudo ser mayor, ya que las autoridades confirmaron la existencia de un segundo camión con siete cilindros que no detonó, al parecer, por una falla de los perpetradores. El atentado fue atribuido a la disidencia “Jaime Martínez” del Estado Mayor Central, liderado por alias ‘Iván Mordisco’, presuntamente como una retaliación por los golpes estratégicos de la Fuerza Pública en el Cañón del Micay. La explosión causó daños materiales severos en más de 150 viviendas y 70 locales comerciales en barrios como La Base y Villacolombia, reviviendo en la ciudadanía el temor al narcoterrorismo de décadas pasadas. El alcalde Alejandro Eder fue enfático al señalar la intención del ataque: “Uno no pone un camión bomba a las 2:50 de la tarde en una vía principal y congestionada de Cali si no es para matar.

Querían asesinar, querían sembrar terror”.

Este evento se convirtió en el catalizador para una serie de medidas drásticas de seguridad y una masiva respuesta de solidaridad comunitaria.