La estructura estaba organizada con roles definidos que incluían “cosquilleros”, receptadores y programadores.

Según la investigación, cinco de las mujeres capturadas se hacían pasar por personal de salud, vistiendo uniformes médicos para no levantar sospechas mientras cometían los hurtos bajo las modalidades de “cosquilleo” y “raponazo”. El centro de operaciones de la banda era un local de venta de tecnología en el centro de Cali, que funcionaba como fachada para un laboratorio criminal. Allí, los cabecillas, alias ‘Master’ y ‘Victor’, utilizaban software de origen extranjero para vulnerar los sistemas de seguridad de los equipos robados, alterar sus IMEI y evadir los reportes de bloqueo. Se estima que la red, con presunta injerencia en 22 países, obtenía ganancias mensuales superiores a los 100 millones de pesos. Los dispositivos manipulados eran distribuidos por otros miembros de la banda en municipios del Cauca. Los capturados fueron puestos a disposición de la Fiscalía por delitos como concierto para delinquir, hurto agravado, receptación y acceso abusivo a sistemas informáticos.