Lucas Ariza, director ejecutivo de Asoportuaria, lo calificó como un “obstáculo a la navegación”, ya que su limitada altura impide el paso de embarcaciones de gran calado por el río Magdalena. Esta restricción frena el potencial del nuevo puente, diseñado con un gálibo de 45 metros precisamente para superar esa barrera. La demolición, según Ariza, es clave para liberar oportunidades de negocio multimillonarias, como el desarrollo de nuevos puertos, zonas francas, astilleros y una industria de desguace de barcos. Sin embargo, el principal desafío para llevar a cabo la deconstrucción sigue siendo la falta de recursos asignados por el gobierno nacional.