El príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, fue recibido en la Casa Blanca por el presidente Donald Trump, en una visita que sella la rehabilitación de las relaciones bilaterales, fracturadas tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018. Durante el encuentro, Trump minimizó el crimen y elogió al príncipe, en un claro giro pragmático de la política exterior estadounidense en Medio Oriente. En un movimiento estratégico, Trump anunció que Arabia Saudita será designado como un “aliado importante fuera de la OTAN”, lo que le daría acceso a armamento avanzado como los aviones de combate F-35, cuya venta fue respaldada por el presidente. La reunión, a la que asistieron figuras como Elon Musk y Cristiano Ronaldo, también sirvió para avanzar en acuerdos sobre defensa, inteligencia artificial y energía nuclear. La visita de Bin Salmán, que pasó de ser un “paria” a un “invitado especial”, subraya la importancia geopolítica y económica del reino saudí para Washington.
Sin embargo, el acercamiento tiene sus límites.
A pesar de los avances, la normalización de relaciones entre Arabia Saudita e Israel sigue siendo un objetivo distante, ya que Riad mantiene como condición la creación de un Estado palestino. La polémica defensa de Trump al príncipe heredero, que contradice las conclusiones de la propia inteligencia estadounidense que vinculan a Bin Salmán con el asesinato de Khashoggi, ha generado críticas, pero demuestra la prioridad de la administración actual por asegurar alianzas estratégicas en la región, incluso a costa de cuestionamientos sobre derechos humanos.
En resumenLa visita de Mohamed bin Salmán a la Casa Blanca marca un punto de inflexión en las relaciones entre EE. UU. y Arabia Saudita, con Donald Trump rehabilitando al príncipe heredero y designando al reino como aliado prioritario extra-OTAN. A pesar de la controversia por el caso Khashoggi, la alianza se fortalece con acuerdos en defensa y tecnología, aunque la normalización con Israel sigue pendiente de la cuestión palestina.