Mientras la diplomacia secreta avanza, los ataques rusos se intensifican.

Un bombardeo sobre Ternópil fue descrito como uno de los más letales de la guerra, dejando al menos 26 muertos, incluidos niños.

Los ataques con drones y misiles Iskander-M se han dirigido sistemáticamente contra ciudades como Kiev y Járkiv, afectando infraestructura energética y zonas residenciales.

En paralelo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha emprendido una gira diplomática por Europa, visitando Francia y España, donde firmó acuerdos para la compra de aviones Rafale y la obtención de más de 800 millones de euros en ayuda militar y para la reconstrucción. Además, Zelenski se reunió con el presidente turco Recep Tayyip Erdogan para explorar posibles salidas al conflicto, buscando reactivar las negociaciones en Estambul.

La situación interna de Ucrania también es compleja, con un escándalo de corrupción en la empresa nuclear estatal Energoatom que ha llevado a la destitución de los ministros de Justicia y Energía, afectando la unidad del país en un momento crítico. La combinación de una guerra de desgaste, la dependencia de la ayuda occidental y la presión de un posible acuerdo entre superpotencias a sus espaldas coloca a Ucrania en una posición extremadamente delicada.