La reacción de Moscú fue inmediata: negó las acusaciones pero advirtió que tiene listo un polígono para realizar sus propias pruebas si Washington procede.

El Kremlin ha presentado recientemente nuevas armas estratégicas, como el misil de crucero de propulsión nuclear Burevestnik y el dron submarino Poseidón, también con capacidad nuclear, lo que ha sido interpretado por analistas como una señal de su modernización armamentística. La medida de Trump fue criticada por organizaciones de control de armas; la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares declaró irónicamente: “Así no se gana el Nobel de la Paz”. Analistas advierten que, lejos de fortalecer la seguridad estadounidense, la reanudación de las pruebas podría debilitar la autoridad moral de Washington en materia de no proliferación, aislarlo de sus aliados y desmantelar los tratados de control de armas que han mantenido una relativa estabilidad desde el fin de la Guerra Fría.

La decisión reabre un debate que se creía superado y amenaza con desencadenar una peligrosa carrera armamentista.