Las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) tomaron el control de Al-Fashir, el último bastión del ejército sudanés en la estratégica región de Darfur, desatando una catástrofe humanitaria. La ONU y diversas organizaciones han denunciado masacres, violencia étnica y posibles crímenes de lesa humanidad, mientras miles de civiles huyen de la violencia. La caída de la ciudad, ocurrida tras un brutal asedio de 18 meses, es considerada un punto de inflexión en la guerra civil sudanesa y podría llevar a una partición de facto del país. Los informes describen un escenario de horror: testigos y sobrevivientes narran ejecuciones sumarias, abusos sexuales, saqueos y secuestros.
El gobierno de Darfur denunció el asesinato de más de 2.000 civiles, en su mayoría mujeres y niños, calificando la matanza de "genocidio". Un ataque a un hospital materno saudí dejó más de 460 muertos, entre pacientes y personal médico.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha condenado las "atrocidades masivas" y ha mostrado su preocupación por el riesgo de crímenes a gran escala por motivos étnicos. En un intento por mostrar un compromiso con la justicia, las FAR anunciaron la detención de un comandante conocido como 'Abu Lulu', acusado de liderar la masacre, aunque organizaciones de derechos humanos dudan de la credibilidad de la investigación interna. La situación humanitaria es desesperada, con decenas de miles de desplazados llegando a localidades cercanas como Tawila y los hospitales colapsados.
En resumenLa captura de Al-Fashir por parte de las fuerzas paramilitares marca un giro decisivo en la guerra de Sudán, desencadenando una grave crisis humanitaria con informes generalizados de masacres y violencia étnica, lo que ha provocado la condena internacional.