El primer ministro Benjamin Netanyahu calificó el hecho como una "clara violación del acuerdo" y ordenó lanzar de inmediato "ataques poderosos" y "contundentes" sobre el enclave. La ofensiva israelí dejó al menos 104 palestinos muertos, entre ellos 46 niños, según el Ministerio de Salud de Gaza. Por su parte, Hamás ha negado las acusaciones de retraso intencionado, argumentando que enfrenta enormes dificultades para localizar y recuperar los cuerpos bajo los escombros de la devastada franja y que carece de la maquinaria necesaria. En medio de las acusaciones cruzadas, Israel permitió el ingreso de equipos de la Cruz Roja y de Egipto para asistir en la búsqueda. Simultáneamente, Israel devolvió decenas de cadáveres de palestinos, y el Ministerio de Salud de Gaza denunció que algunos presentaban signos de tortura, como quemaduras y amputaciones.