Este acercamiento, calificado por Trump como un "gran éxito", busca apaciguar las tensiones entre las dos mayores economías del mundo, aunque persisten dudas sobre su durabilidad.

El acuerdo, logrado tras una reunión de casi dos horas, contempla que Washington reducirá los aranceles sobre productos chinos del 20% al 10%. A cambio, China se comprometió a reforzar los controles sobre el fentanilo, reanudar la compra de soya estadounidense y suspender durante un año sus planes de restringir la exportación de tierras raras, minerales críticos para la industria tecnológica. El pacto fue recibido con optimismo por los mercados y por la Unión Europea, que confirmó que la pausa en los controles de exportación chinos también se le aplicaría. Durante la cumbre, Xi Jinping se posicionó como un defensor del libre comercio y el multilateralismo, un papel tradicionalmente dominado por Estados Unidos.

Propuso incluso la creación de una "Organización Mundial de Cooperación en Inteligencia Artificial". A pesar de la desescalada, la rivalidad estratégica subyacente persiste, con temas como Taiwán y el avance tecnológico como puntos de fricción latentes.