Un masivo operativo policial en las favelas de Río de Janeiro, calificado como el más mortífero en la historia reciente de Brasil, ha dejado un saldo de más de 130 fallecidos, incluyendo civiles y agentes de policía. La acción contra el grupo criminal Comando Vermelho ha reavivado el debate nacional e internacional sobre las estrategias de seguridad y el uso de la fuerza en la lucha contra el crimen organizado. La “Operación Contención”, que movilizó a 2.500 agentes en los complejos de Penha y Alemão, fue descrita por el gobernador Cláudio Castro como “la mayor realizada por las fuerzas de seguridad”. Sin embargo, la incursión ha sido duramente criticada por su alta letalidad.
Organizaciones de derechos humanos y el ministro de Justicia de Brasil, Ricardo Lewandowski, han cuestionado la legalidad y proporcionalidad de la acción, calificándola de “fuerza bruta”. El ministro afirmó que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se quedó “aterrado” por el número de muertes. En contraste, sectores de la derecha y el gobernador Castro han defendido el operativo como una “victoria del Estado”.
Durante los enfrentamientos, los criminales utilizaron tácticas sofisticadas, incluyendo drones para lanzar bombas.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, comparó la operación con la Operación Orión de Medellín en 2002. El caso ha tensado la campaña política en Brasil, con la derecha impulsando propuestas para declarar a estas facciones como organizaciones terroristas, mientras la ONU y la Corte Suprema de Brasil piden investigaciones independientes.
En resumenEl operativo en Río de Janeiro, con su trágico saldo de más de 130 muertos, ha expuesto las profundas divisiones en Brasil sobre cómo combatir el crimen organizado. Mientras el gobierno local defiende la mano dura, el gobierno federal y organismos de derechos humanos denuncian un uso excesivo de la fuerza, en un episodio que ya tiene repercusiones políticas y sociales a nivel nacional e internacional.