Según informes de medios como el Wall Street Journal, la administración Trump estaría considerando ataques militares contra bases e instalaciones en Venezuela para presionar un cambio de régimen. Esta posibilidad se enmarca en un despliegue militar estadounidense en el Caribe, que incluye la presencia de un portaaviones a pocas millas de la costa venezolana. En respuesta, Rusia ha manifestado su firme apoyo al gobierno de Maduro. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, María Zajárova, aseguró que Moscú “respalda al liderazgo de Venezuela en la defensa de su soberanía nacional” y advirtió a Estados Unidos contra cualquier intervención. Esta alianza se ha materializado con la firma de un tratado para la exploración conjunta de campos de petróleo y gas, y con la llegada de un avión militar ruso Il-76 a Caracas con logística presuntamente vinculada al grupo Wagner, una acción interpretada como un claro mensaje disuasorio. Analistas sugieren que el interés estadounidense en el petróleo venezolano se ha intensificado ante el colapso energético de su industria de fracking y la disputa con China por minerales estratégicos, convirtiendo la situación en un punto de alta tensión global.