La fallida ofensiva rusa de verano y las cambiantes dinámicas de apoyo internacional marcan el complejo panorama actual.
Sir Richard Shirreff, excomandante supremo adjunto de la OTAN en Europa, afirmó en una entrevista que "no hay un plan efectivo para acabar la guerra" y que no se vislumbra un cese al fuego duradero hasta que el presidente ruso, Vladímir Putin, "reconozca que Ucrania tiene derecho a existir como nación". Shirreff advirtió que si Rusia logra absorber a Ucrania, podría seguir con otros países democráticos, lo que llevaría a un enfrentamiento directo con la OTAN y una posible guerra mundial.
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha declarado que está listo para "conversaciones de paz", pero reiteró que no cederá territorio. Mientras tanto, el ejército ruso continúa su asedio en frentes como el de Pokrovsk, donde se han construido hospitales subterráneos para atender a los heridos. La situación de los combatientes extranjeros también es compleja; en Kiev se realizaron los funerales de tres ciudadanos colombianos caídos en combate con el ejército ucraniano. Un análisis de Mauricio Vargas sugiere que la operación rusa de verano, con 1.500 bajas diarias y pocos avances, ha dejado a Putin en una posición debilitada, con una economía en "cuidados intensivos". La guerra, descrita como "genocida" por Shirreff, sigue cobrando vidas y generando una profunda crisis humanitaria, como lo relata la historia de Olena Mosendz, una profesora universitaria ucraniana cuya vida ha sido transformada por el conflicto.












