El gobierno de Israel justifica estas acciones como medidas preventivas, afirmando que la milicia chiita busca “reconstruir su capacidad militar” en la zona fronteriza.
Esta postura sugiere una estrategia proactiva para evitar el fortalecimiento de un adversario que considera una amenaza directa a su seguridad. Por su parte, el Líbano ha denunciado formalmente las acciones israelíes ante la comunidad internacional, calificándolas de agresiones que violan su soberanía y el acuerdo de cese al fuego. La situación en la frontera es analizada como un dilema para Hezbolá, que se encuentra entre la presión del desarme y la posibilidad de una “próxima guerra con Israel”. La escalada de ataques por parte de Israel eleva el riesgo de un conflicto abierto, en una región ya marcada por múltiples focos de inestabilidad.











