El núcleo del conflicto actual radica en el intercambio de cuerpos.

Hamás se comprometió a devolver los cadáveres de 28 rehenes fallecidos, pero hasta ahora solo ha entregado una parte, argumentando que la localización y extracción de los restos entre las ruinas es un “proceso macabro” que tomará tiempo. Israel, por su parte, ha identificado los cuerpos recibidos y amenaza con reanudar los combates si no se cumple la totalidad del acuerdo. La situación se complicó cuando Hamás denunció que Israel ha cometido torturas sistemáticas contra prisioneros palestinos, cuyos cuerpos también forman parte del intercambio.

En este contexto, el presidente Donald Trump lanzó una dura advertencia a Hamás: “Si Hamás continúa asesinando gente en Gaza (...) no tendremos más remedio que entrar y matarlos”.

Mientras tanto, la ayuda humanitaria ingresa a cuentagotas por el paso de Rafah, cuya reapertura total es incierta, y la ONU advierte que la población gazatí sigue al borde de la hambruna. Para evitar un colapso total de la tregua, potencias como Francia y Reino Unido, en coordinación con EE. UU., están afinando una resolución en la ONU para crear una fuerza de estabilización internacional, y Turquía ha enviado especialistas para ayudar en la búsqueda de cuerpos.