La tensión se elevó aún más cuando el presidente Trump, tras una “larga llamada” con Vladímir Putin, anunció que ambos líderes acordaron reunirse en Budapest para “poner fin” al conflicto.

Este sorpresivo acercamiento entre Washington y Moscú ha sembrado incertidumbre sobre el futuro del apoyo militar a Ucrania, ya que el tono conciliador de Trump podría condicionar la entrega de los Tomahawk. Mientras tanto, Rusia ha intensificado su ofensiva, lanzando ataques masivos contra la infraestructura energética y de gas ucraniana, lo que agrava la crisis humanitaria de cara al invierno. La situación también tiene un costo humano para otras naciones, como lo demuestra la muerte de soldados colombianos que se han unido a las fuerzas de defensa ucranianas, cuyos familiares ahora enfrentan dificultades para la repatriación de sus cuerpos.