El anuncio provocó un colapso inmediato en los mercados bursátiles, con Wall Street registrando su peor caída desde abril.

El presidente estadounidense justificó la drástica medida afirmando que China busca tener al mundo "como rehén" al controlar el suministro de 17 elementos químicos esenciales para la fabricación de semiconductores, vehículos eléctricos y equipos militares. Además de los aranceles, que se sumarían al 30% ya existente, Trump informó que impondrá controles de exportación a "todo software crítico" para Pekín. En medio de la escalada, el mandatario ha puesto en duda la necesidad de su próxima reunión con el presidente Xi Jinping en la cumbre de APEC en Corea del Sur, aunque posteriormente aclaró que los planes del encuentro siguen en pie. Por su parte, el Ministerio de Transporte de China anunció que aplicará "tarifas especiales" a los buques con vínculos estadounidenses que atraquen en sus puertos, en una represalia directa al esquema de cobros que Washington también implementará. Esta guerra de aranceles y contra-aranceles amenaza con afectar gravemente las cadenas de suministro globales y la estabilidad económica mundial, reavivando el conflicto comercial que marcó la primera administración de Trump.