El presidente Donald Trump ordenó a su enviado especial, Richard Grenell, detener todas las gestiones de negociación con el gobierno de Nicolás Maduro, poniendo fin a meses de contactos discretos. Esta decisión, según altos funcionarios estadounidenses, refleja la frustración de Washington ante la negativa de Maduro a dejar el poder. La presión se ha intensificado con la confirmación por parte de Trump de un quinto ataque militar contra una presunta embarcación de narcotraficantes en el Caribe, declarando que tras agotar los objetivos en el mar, «tendría que empezar a buscar en tierra». Esta afirmación ha sido interpretada como una amenaza directa de futuras operaciones dentro de territorio venezolano.

La crisis se agrava con la denuncia del gobierno de Maduro sobre un supuesto plan para colocar «explosivos letales» en la Embajada de Estados Unidos en Caracas, información que, según el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, fue compartida con Washington. En respuesta a la creciente presencia militar estadounidense, que incluye ocho barcos de guerra y un submarino nuclear, la canciller colombiana, Rosa Villavicencio, declaró que «la presencia militar en aguas del Caribe amenaza a los países de la región». Mientras tanto, Maduro ha buscado respaldo internacional, enviando una carta al papa León XIV para solicitar su «apoyo especial para consolidar la paz» en medio de lo que su gobierno califica como una «amenaza» de EE.

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