Las minorías del país han expresado reacciones encontradas.

Los cristianos, la segunda minoría más numerosa, se muestran preocupados por su representación real, mientras que la comunidad drusa ve las elecciones como un posible paso hacia la reintegración política.

A pesar de ello, el escepticismo persiste, pues muchos consideran que el proceso está controlado por las élites.

En este contexto, una nueva generación de jóvenes, muchos de los cuales nunca han conocido la democracia, se esfuerza por participar en debates sociopolíticos, con la esperanza de crear una sociedad más inclusiva y representativa, convirtiéndose en un motor para una nueva Siria.