UU. le canceló la visa diplomática mientras regresaba a Colombia.

La sanción se extendió a miembros de su gabinete. La reacción del gobierno colombiano fue de desafío.

Petro afirmó que para visitar al pueblo tolimense “no necesito visa” y defendió su discurso en la ONU, asegurando que habló “con la verdad”. El mandatario argumentó que su llamado a la desobediencia se refería a órdenes que constituyeran crímenes contra la humanidad, un principio del derecho internacional. Varios de sus ministros, como el del Interior, Armando Benedetti, y la canciller, solicitaron la renuncia a sus propias visas en un acto de solidaridad. La controversia ha sido calificada por algunos analistas y opositores como una “vergüenza nacional” y una muestra de la gestión “irresponsable, indigna y deshonrosa” de las relaciones internacionales por parte del presidente. Este choque diplomático evidencia las profundas diferencias ideológicas entre la administración Petro y la de Trump, y pone en una situación delicada las relaciones con el principal socio comercial y aliado estratégico de Colombia.