Las protestas, que dejaron al menos 30 muertos y más de mil heridos, fueron detonadas por la prohibición gubernamental de 26 plataformas de redes sociales, una medida que fue percibida como un acto de censura autoritaria. La crisis estalló la semana pasada después de que el gobierno de Oli bloqueara el acceso a redes como Facebook, Instagram y YouTube, argumentando la necesidad de combatir noticias falsas. Sin embargo, los jóvenes nepalíes, enfrentando un desempleo superior al 20% y denunciando la corrupción y el nepotismo de la élite política con lemas como “Nepo Kids”, interpretaron la medida como un intento de silenciar el descontento popular. Lo que comenzó como una manifestación pacífica se transformó rápidamente en una revuelta nacional tras la violenta represión policial, que incluyó el uso de munición real. Los manifestantes desafiaron el toque de queda, incendiaron edificios gubernamentales clave como el Parlamento y la Corte Suprema en Katmandú, y provocaron la fuga de 900 reclusos. La esposa del ex primer ministro Jhalanath Khanal falleció en el incendio de su residencia. Ante el caos, el primer ministro Oli presentó su renuncia y el ejército asumió el control del país.

Ahora, los colectivos juveniles han convocado una consulta en redes sociales para elegir a sus representantes en una mesa de diálogo con las fuerzas armadas, buscando una salida pacífica a la crisis y la conformación de un gobierno interino.