El mar Caribe se ha convertido en un escenario de alta tensión geopolítica tras el despliegue de un escuadrón anfibio y buques de guerra de Estados Unidos cerca de las costas de Venezuela. La maniobra, justificada por Washington como una operación antinarcóticos, es vista por Caracas como una “amenaza injerencista”, lo que ha llevado al régimen de Nicolás Maduro a convocar un alistamiento masivo de sus milicias. La operación estadounidense incluye el despliegue de aproximadamente 4.000 efectivos, principalmente infantes de Marina, a bordo de los buques USS San Antonio, USS Iowa Jim y USS Fort Lauderdale, reforzando su presencia con aviones, barcos y lanzamisiles.
La Casa Blanca y la DEA han endurecido su retórica, calificando al régimen venezolano como un “cartel del narcotráfico” y un “estado narcoterrorista” que colabora con grupos armados colombianos para exportar cocaína. Esta presión se ha intensificado con el aumento a 50 millones de dólares de la recompensa por información que conduzca a la captura de Maduro. En respuesta, el líder chavista ha ordenado el despliegue de 4,5 millones de milicianos y ha convocado a un “alistamiento nacional” para el fin de semana, declarando: “Basta de tus amenazas, Venezuela te rechaza”. El régimen ha calificado el despliegue militar como una “provocación” que pone en riesgo la paz regional, recibiendo el respaldo de países aliados. Analistas debaten si la maniobra es una genuina operación antinarcóticos, una táctica de intimidación para forzar un cambio de régimen, o si responde a motivaciones de política interna estadounidense de cara a las elecciones de mediano término.
En resumenLa escalada de tensiones entre EE. UU. y Venezuela, marcada por el despliegue militar estadounidense y la respuesta de Maduro, ha elevado el riesgo de una confrontación en el Caribe. Mientras Washington justifica sus acciones en la lucha antinarcóticos, Caracas denuncia una amenaza a su soberanía, en un conflicto con profundas implicaciones geopolíticas para toda la región.