La lucha incluyó maniobras judiciales para inhabilitar a Morales y una constante campaña de críticas mutuas que erosionaron la confianza en el proyecto político. A esta crisis interna se sumó un severo deterioro económico, con una inflación cercana al 25%, escasez de dólares y combustibles, y una devaluación de facto de la moneda. Este escenario de crisis, que contrasta con el llamado “milagro económico boliviano” de años anteriores, generó un profundo descontento social que la derecha supo capitalizar. El candidato del MAS, Eduardo del Castillo, obtuvo un magro 3,1% de los votos, mientras que la táctica de Morales de promover el voto nulo, aunque significativa, no logró alterar el resultado. El presidente colombiano, Gustavo Petro, lamentó el desenlace, afirmando que “solo la división del movimiento indígena y popular, permite que los hidalgos, dueños de indígenas, vuelvan al poder”.