Mientras tanto, los ataques rusos persisten en territorio ucraniano, demostrando la frágil coexistencia entre el diálogo y el conflicto armado.

Funcionarios militares de Estados Unidos y la OTAN se reunieron para evaluar las posibles garantías de seguridad para Kiev en un escenario de posguerra, un tema central en cualquier acuerdo.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha prometido a Ucrania “una protección muy fuerte”, aunque aclaró que esto no significaría “botas estadounidenses en el terreno”, abriendo la puerta a un posible apoyo aéreo.

Líderes europeos como Emmanuel Macron y Giorgia Meloni han respaldado a Ucrania, insistiendo en que no reconocerán anexiones forzadas.

El Kremlin, por su parte, ha manifestado su disposición a negociar, pero advirtió que cualquier discusión sin la participación rusa sería un “camino a ninguna parte”.

El portavoz Serguéi Lavrov reiteró que el presidente Putin está abierto a distintos formatos, pero una cumbre de alto nivel debe prepararse “con sumo cuidado”. La Casa Blanca analiza sedes como Budapest y Ginebra para un posible encuentro entre Putin y Zelenski, quien ha comunicado que está listo para dialogar “sin condiciones”, pero enfrenta limitantes constitucionales que le prohíben ceder territorios como Crimea y el Donbás.

Mientras la diplomacia avanza, los ataques aéreos rusos no se detienen, causando víctimas civiles y daños a infraestructura clave como una estación de distribución de gas en Odesa.