El despliegue incluye tres destructores clase Arleigh Burke, submarinos nucleares, aviones de espionaje P-8 Poseidon y más de 4.500 soldados. Esta acción se enmarca en una política de “máxima presión”, que también contempla una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de Maduro. En respuesta, Nicolás Maduro ordenó la movilización de 4,5 millones de milicianos para defender la soberanía del país, calificando el despliegue estadounidense como una “provocación militar”. Desde Colombia, el presidente Gustavo Petro ha expresado su rechazo a una posible invasión, advirtiendo que “los gringos están en la olla si piensan que invadiendo Venezuela resuelven su problema”, ya que, en su opinión, convertiría a la nación vecina en “otra Siria” y arrastraría a Colombia al conflicto. A pesar de esto, figuras de su gobierno como el ministro Armando Benedetti han defendido la necesidad de mantener la cooperación con Venezuela para evitar que las fronteras queden en manos de mafias y grupos como el ELN.