Bolivia ha experimentado un giro político histórico tras las elecciones presidenciales del 17 de agosto, que por primera vez en dos décadas dejan fuera de la contienda al Movimiento al Socialismo (MAS). Los resultados preliminares encaminan al país a una inédita segunda vuelta entre dos candidatos de derecha, en medio de una profunda crisis económica y social. El senador de centroderecha Rodrigo Paz Pereira emergió como la sorpresa de la jornada, obteniendo el primer lugar con cerca del 32 % de los votos. En segundo puesto se ubicó el expresidente de derecha Jorge “Tuto” Quiroga, con aproximadamente el 27 %. Este resultado obliga a un balotaje el próximo 19 de octubre, marcando el fin de veinte años de hegemonía del MAS, el partido de Evo Morales y del actual mandatario Luis Arce. El contexto de la elección estuvo dominado por una severa crisis económica, con una inflación interanual del 24 %, escasez de combustibles y dólares, lo que generó un “malhumor cotidiano” entre los ciudadanos y un fuerte voto de castigo contra el oficialismo.
La fractura interna entre Morales y Arce debilitó aún más a la izquierda, que presentó candidaturas separadas y obtuvo resultados marginales.
Morales, inhabilitado para postularse y enfrentando una orden de detención, llamó a sus seguidores a anular el voto, lo que se reflejó en un alto porcentaje de votos nulos y en blanco, cercano al 22 %. El empresario Samuel Doria Medina, quien figuraba como favorito en las encuestas, quedó en tercer lugar y anunció su apoyo a Paz para la segunda vuelta, consolidando un frente opositor al MAS.
En resumenLos resultados electorales marcan el fin de una era para la izquierda en Bolivia, reflejando un amplio descontento ciudadano con el MAS y la grave crisis económica. El país se enfrenta ahora a una segunda vuelta entre dos candidatos de derecha, lo que señala un profundo realineamiento político cuyo principal desafío será abordar la inestabilidad económica y gobernar con un Congreso fragmentado.