Esta acción fue celebrada por miles de seguidores de Bolsonaro, quienes se manifestaron en ciudades como Río de Janeiro y São Paulo, portando banderas de Brasil y Estados Unidos y pidiendo una amnistía para su líder.

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, respondió con cautela, afirmando que su gobierno está abierto al diálogo pero que “los brasileños y sus instituciones determinan el futuro de Brasil”. La situación ha generado una fuerte preocupación en el sector productivo de Brasil, especialmente en la agroindustria, que depende en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos. En un giro reciente, el presidente Trump declaró que “Lula puede llamarme cuando quiera”, abriendo la posibilidad de reconsiderar los aranceles y buscar una salida negociada a la crisis, aunque el representante comercial de EE.

UU. aseguró que los aranceles son “prácticamente definitivos”.