Un frágil alto el fuego entre Tailandia y Camboya se mantiene en medio de acusaciones mutuas de violaciones, tras una de las peores escaladas de violencia fronteriza en más de una década. La intervención diplomática, con la mediación de China y el interés de Estados Unidos, ha sido clave para contener un conflicto que dejó decenas de muertos y cientos de miles de desplazados. Durante cinco días, intensos combates en la frontera entre ambos países del sudeste asiático dejaron un saldo de 43 muertos y aproximadamente 300.000 civiles desplazados. La tensión escaló a tal punto que Tailandia acusó a Camboya de violar el acuerdo de cese al fuego apenas horas después de su entrada en vigor, afirmando que sus tropas realizaron disparos durante la madrugada. El gobierno camboyano negó rotundamente estas acusaciones, manteniendo que sus fuerzas respetaron la tregua.
A pesar de las fricciones, ambos países sostuvieron una reunión en China, donde reafirmaron su compromiso con el acuerdo. El conflicto, que tiene raíces en disputas territoriales históricas y heridas de la descolonización, ha sido exacerbado por dinámicas políticas internas en ambas naciones. La situación ha llamado la atención de potencias mundiales; Estados Unidos ha reanudado diálogos comerciales con ambas partes, buscando estabilizar la región.
Javier Gil Pérez, experto en el Sudeste Asiático, señaló que tanto EE. UU. como China han presionado por un alto el fuego para proteger sus inversiones en Tailandia, un factor que ha sido determinante para la pausa en las hostilidades.
En resumenEl alto el fuego entre Tailandia y Camboya es precario y depende en gran medida de la presión de actores externos como China y Estados Unidos. Aunque la tregua ha detenido los enfrentamientos directos, las acusaciones cruzadas y las disputas históricas no resueltas mantienen un alto riesgo de reanudación del conflicto armado en la región.