La compleja relación entre Estados Unidos y China se desarrolla en dos frentes simultáneos: el comercial y el diplomático. Por un lado, el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, anunció una nueva ronda de negociaciones comerciales que se celebrará en Estocolmo a principios de la próxima semana. El objetivo es trabajar en una prórroga de la tregua comercial de 90 días que finaliza en agosto y abordar temas como el exceso de capacidad manufacturera de China y sus compras de petróleo a países sancionados como Rusia.
Por otro lado, la tensión diplomática ha aumentado debido a la prohibición de salida impuesta por China a una funcionaria del gobierno estadounidense desde abril. El Ministerio de Asuntos Exteriores de China confirmó la situación, declarando que "todos deben acatar las leyes chinas mientras se encuentren en China" y que la persona está involucrada en un asunto penal. Según informes de prensa, se trata de una empleada del Departamento de Comercio de Estados Unidos, de ascendencia china, a quien se le impidió salir del país por una presunta negligencia en su solicitud de visado al no informar sobre su estatus de funcionaria. Este incidente ha generado inquietud entre corporaciones estadounidenses sobre los riesgos de operar en China y ha llevado a empresas como Wells Fargo a cancelar viajes de trabajo al país asiático.
En resumenLa coexistencia de diálogos comerciales y un conflicto diplomático por la retención de una funcionaria estadounidense subraya la naturaleza dual y frágil de la relación entre Washington y Pekín, donde la interdependencia económica se ve constantemente amenazada por la desconfianza estratégica y las disputas legales.