Los análisis destacan que el director muestra una gran compasión por la criatura, interpretada por Jacob Elordi, a quien presenta como un ser menospreciado y maltratado, mientras que convierte a su creador, Victor Frankenstein (Oscar Isaac), en el verdadero villano, movido más por el ego que por el dolor. El guion explora temas como “el trauma que nos crea, la capacidad de la humanidad para la crueldad, la muerte que nos provocamos a través de la guerra y la catarsis del perdón”. El propio Del Toro afirmó que lo que lo movió a realizar el proyecto fue algo que va “más allá de lo político y que podíamos llamar espiritual”, señalando que “las atrocidades a las que asistimos tienen una razón de ser espiritual.

Y ahí se dirige mi Frankenstein”.

Visualmente, la película es descrita como exuberante, con una sintaxis visual donde los reflejos y la señalización cromática son clave. El rojo sangre es la paleta dominante, simbolizando la obsesión de Victor por jugar a ser Dios. La narrativa se estructura en flashbacks, permitiendo que tanto Victor como la criatura cuenten su versión de los hechos, lo que aporta una dualidad de perspectivas que enriquece la historia. En definitiva, la película se erige como un “espectáculo gótico, con momentos de ópera trágica y reflexiones morales sobre la arrogancia humana”.