La cadena de televisión ABC, propiedad de Disney, suspendió de manera indefinida el programa nocturno ‘Jimmy Kimmel Live!’ tras una fuerte controversia generada por los comentarios de su presentador sobre el asesinato del activista conservador Charlie Kirk. La decisión desató un intenso debate sobre la libertad de expresión, la censura y la creciente polarización política en los medios de comunicación estadounidenses. La polémica se originó en el monólogo de Kimmel del 15 de septiembre, donde afirmó que “la pandilla Maga [Make America Great Again] está intentando desesperadamente caracterizar a este chico que asesinó a Charlie Kirk como alguien distinto a uno de ellos, y está haciendo todo lo posible para sacar partido político con ello”.
Estas declaraciones provocaron una reacción inmediata.
El presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr, designado por Donald Trump, calificó los comentarios de “enfermizos” y amenazó con tomar medidas regulatorias contra la cadena, lo que alarmó a los demócratas. La suspensión fue celebrada por el propio Trump y legisladores republicanos.
En contraste, la comunidad del entretenimiento reaccionó con indignación.
Presentadores como Jon Stewart, Stephen Colbert y Jimmy Fallon defendieron a Kimmel, calificando la medida como un “ataque a la libertad de expresión” y “censura descarada”. Actores como Ben Stiller y Jean Smart, junto a sindicatos como el Writers Guild of America y SAG-AFTRA, emitieron comunicados de apoyo, argumentando que las declaraciones de Kimmel estaban protegidas por la Primera Enmienda. La controversia escaló al punto de convocarse protestas en defensa del presentador, evidenciando la profunda división en el país y el delicado equilibrio entre la comedia, la crítica política y la presión corporativa.
En resumenLa suspensión indefinida de ‘Jimmy Kimmel Live!’ por sus comentarios sobre Charlie Kirk ha generado una ola de críticas y apoyos, situando el debate en la encrucijada de la libertad de expresión y la influencia política sobre los medios. Mientras figuras republicanas aplaudieron la medida, gran parte de la industria del entretenimiento la condenó como un acto de censura.