El USS Gerald R. Ford, el buque de guerra más grande y avanzado de la Armada estadounidense, llegó a la región como parte de la operación “Lanza del Sur”, liderada por el Comando Sur para “desmantelar organizaciones criminales transnacionales”. Con capacidad para más de 4.000 tripulantes y decenas de aeronaves, su presencia es una clara demostración de poder. El secretario del Ejército de EE.
UU., Dan Driscoll, afirmó que sus fuerzas están “listas, si se les pide” para actuar en Venezuela, aunque aclaró que no hay órdenes concretas de despliegue.
En respuesta, el gobierno de Nicolás Maduro ha declarado una “máxima preparación” de su ejército, movilizando cerca de 200.000 efectivos. Paralelamente, el Departamento de Estado, dirigido por Marco Rubio, anunció que el Cartel de los Soles será formalmente designado como organización terrorista el 24 de noviembre, acusando a Maduro de dirigirlo para corromper las instituciones venezolanas y financiar su gobierno. Esta designación ha sido utilizada como pretexto para justificar ataques a embarcaciones en el Caribe.
En medio de la escalada, el presidente Donald Trump ha sugerido una posible apertura al diálogo, afirmando que “podría haber discusiones con Maduro” porque “Venezuela quiere hablar”, aunque sin ofrecer detalles concretos sobre sus planes. Estas acciones configuran un escenario de alta complejidad geopolítica, donde la lucha antinarcóticos se entrelaza con una fuerte presión militar y diplomática sobre el régimen venezolano.












