La reacción del presidente Petro no se hizo esperar; a su llegada a Bogotá, manifestó: «No me importa», y añadió que posee ciudadanía europea, lo que le permitiría viajar a Estados Unidos sin visa. Además, acusó al gobierno estadounidense de romper «todas las normas de inmunidad en que se basa el funcionamiento de las Naciones Unidas», sugiriendo que la sede de la ONU no debería continuar en Nueva York. Este episodio se enmarca en un contexto de relaciones bilaterales ya deterioradas, agravadas por la reciente descertificación de Colombia en la lucha contra los cultivos ilícitos. La situación evoca el caso del expresidente Ernesto Samper, a quien también se le retiró la visa en la década de 1990 en medio del Proceso 8.000. En Colombia, la decisión ha generado un intenso debate político, con figuras como el expresidente Iván Duque calificando la conducta de Petro como «irracional», mientras que el ministro del Interior, Armando Benedetti, defendió al mandatario, argumentando que la medida es una represalia por denunciar el «genocidio en Palestina».