El Gobierno de Estados Unidos descertificó a Colombia en su lucha contra el narcotráfico, una medida que no se aplicaba desde hace 28 años y que genera una fuerte tensión diplomática. La decisión, aunque acompañada de una exención por "interés nacional" que evita sanciones inmediatas, pone en tela de juicio la estrategia del gobierno de Gustavo Petro y reabre el debate sobre la efectividad de la cooperación bilateral. La determinación del Departamento de Estado se fundamenta en el aumento de los cultivos de coca y la producción de cocaína a "récords históricos" durante la administración Petro, así como en la percepción de un "déficit de liderazgo político" y un retroceso en el control territorial debido a los diálogos con grupos armados. A pesar del duro diagnóstico, Washington aplicó un "waiver" o dispensa que mantiene la cooperación intacta por 12 meses, plazo en el cual Colombia deberá mostrar resultados.
El gobierno colombiano rechazó enérgicamente la medida, calificándola de "unilateral y carente de corresponsabilidad". El presidente Petro defendió su política de sustitución voluntaria sobre la erradicación forzosa, argumentando que ha logrado reducir el crecimiento de los cultivos sin recurrir al glifosato. En una alocución, Petro afirmó que la guerra contra las drogas le sirve al narcotráfico y que la paz es lo que reduce los cultivos. La Cancillería colombiana respaldó esta postura con cifras, destacando que el país es responsable del 65 % de las incautaciones de cocaína a nivel global y ha extraditado a más de 400 personas a EE.
UU. desde 2022.
Este episodio, que recuerda la crisis diplomática de la era Samper, es visto por analistas como un fracaso de la estrategia tradicional de la "guerra contra las drogas" y un punto de inflexión que podría redefinir la relación bilateral, afectando la reputación del país y la confianza de los inversionistas.
En resumenLa descertificación de Estados Unidos a Colombia, basada en el récord de cultivos de coca, crea una fuerte tensión diplomática a pesar de una exención que evita sanciones inmediatas. La administración Petro rechaza la medida como unilateral, defendiendo su estrategia de sustitución voluntaria frente a la erradicación forzosa. El episodio evidencia el fracaso de la tradicional "guerra contra las drogas" y obliga a una revisión crítica de la relación bilateral, con potenciales impactos en la reputación internacional y la confianza de los inversionistas en Colombia.