Tras el fallecimiento del diseñador a los 91 años, su testamento estableció un plan detallado para el futuro de la compañía, valorada por analistas en hasta 8.200 millones de dólares. El control total de Giorgio Armani SpA pasó a la Fundación Armani, pero con directrices claras: en un plazo de 12 a 18 meses, la fundación deberá vender una participación inicial del 15% a un socio estratégico, nombrando explícitamente a LVMH, EssilorLuxottica o L'Oréal como compradores prioritarios. La cláusula va más allá, permitiendo que el comprador pueda ampliar su participación hasta una mayoría accionaria en un plazo de tres a cinco años, cediendo un máximo del 70% del control.

Como alternativa, si no se concreta una alianza, el testamento contempla una salida a bolsa.

La gestión de esta transición recaerá en figuras de confianza como su socio Leo Dell’Orco y sus sobrinos, Silvana Armani y Andrea Camerana, quienes controlarán los derechos de voto junto a la fundación.

Los potenciales compradores ya han reaccionado; EssilorLuxottica declaró que evaluará “la situación cuidadosamente”, mientras que L'Oréal se mostró honrada por la consideración.

Este plan póstumo representa un giro radical para una marca que siempre defendió su autonomía frente a la consolidación del sector del lujo.