Un viaje promocional a Israel, patrocinado por el gobierno de ese país, situó a un grupo de celebridades colombianas, entre ellas Kika Nieto y Johanna Fadul, en el centro de una tormenta mediática. Fueron acusados en redes sociales de participar en una estrategia de “limpieza de imagen” en medio del conflicto con Palestina, lo que generó un intenso debate sobre la responsabilidad ética de las figuras públicas. Las críticas calificaron la visita como “turismo de guerra”, señalando la aparente indiferencia de los influenciadores al publicar contenido sobre paisajes y gastronomía mientras a pocos kilómetros continuaban los ataques en la Franja de Gaza. Ante la avalancha de comentarios negativos, Kika Nieto fue una de las primeras en responder.
En un video, defendió su participación argumentando que su motivación principal era espiritual y que el viaje fue un “intercambio” sin guion.
“Quiero dejar algo claro: no apoyo ningún genocidio.
Defiendo la vida, sin importar nacionalidad, religión o ideología”, afirmó, aunque su explicación fue considerada superficial por muchos críticos. Por su parte, la actriz Johanna Fadul adoptó una postura más confrontacional. Desestimó la controversia como “una guerra que pasa allá y que ganará quien tenga que ganar”, y criticó a los internautas, acusándolos de ser responsables de la pérdida de una campaña publicitaria debido a la polémica. Su respuesta fue percibida como una falta de sensibilidad y avivó aún más el descontento del público.
En resumenLa controversia del viaje a Israel expuso las complejas responsabilidades éticas de los influenciadores en contextos geopolíticos. Mientras algunas figuras como Kika Nieto intentaron justificar su participación con argumentos personales y espirituales, sus respuestas, junto a las de otras como Johanna Fadul, fueron mayoritariamente rechazadas por el público, lo que intensificó el debate sobre el papel de las celebridades en la formación de la opinión pública sobre temas sensibles.