La renuncia de Laura Gallego como Señorita Antioquia desató un intenso debate nacional sobre los límites de la libertad de expresión y el rol político de las reinas de belleza. Su caso escaló hasta involucrar al presidente Gustavo Petro, convirtiéndose en un símbolo de la polarización del país. El escándalo se originó por la difusión de videos en los que Gallego, en un tono descrito como una broma, le preguntaba a precandidatos presidenciales a quién le darían "bala", mencionando al presidente Petro y al exalcalde de Medellín Daniel Quintero. Tras la viralización, Gallego defendió su actuar como una "analogía" y una expresión de su activismo cívico, aunque reconoció que el uso de la palabra "bala" fue "desafortunado". Su respuesta principal fue la renuncia al certamen, argumentando que no permitiría que una corona se convirtiera en una "mordaza" para su voz política. Esta decisión fue respaldada en una carta pública donde afirmó: “No renuncio a mis sueños.
Renuncio a lo que pretende silenciar mi voz”.
La controversia provocó reacciones de alto nivel.
El presidente Petro criticó a Gallego en la red social X, afirmando: “Era bella, pero por fuera solamente; hay que tener cerebro y cultivarlo mucho”. Por su parte, Diana Osorio, esposa de Daniel Quintero, denunció a Gallego por incitación a la violencia, pero luego la invitó a tomar un café para dialogar.
El Concurso Nacional de Belleza reaccionó emitiendo un comunicado en el que recordaba a las candidatas su deber de mantener neutralidad política.
En resumenLa controversia de Laura Gallego culminó con su renuncia al título de Señorita Antioquia, pero amplificó su voz en el debate público. Su respuesta, centrada en la defensa de la libertad de expresión, provocó una cadena de reacciones que incluyeron al presidente de la República y al Concurso Nacional de Belleza, evidenciando la tensa intersección entre los certámenes de belleza, la política y la responsabilidad de las figuras públicas en un país polarizado.