La polémica inició cuando Ariel Ricardo Armel, presidente de la Fundación Libremente, cuestionó en la red social X cómo un político podía adquirir un reloj de lujo de ese valor. La respuesta de Armando Benedetti fue inmediata y desafiante, optando por el sarcasmo como principal estrategia de defensa. “¡No sea sapo y de mala fe!
¿Quién le dijo que son de verdad?
Me los puse para tentar a los espontáneos y creativos y burlarme.
Jajajaja”, replicó el ministro.
Para reforzar su versión, Benedetti no solo publicó un video afirmando que el reloj era una imitación traída de Turquía, sino que colaboró con un tiktoker para que llevara la pieza a una joyería. Una experta confirmó que se trataba de “una réplica 1.1”, es decir, una imitación de alta gama.
Lejos de mostrarse avergonzado, Benedetti utilizó esta confirmación para redoblar su narrativa, comparando la falsedad del reloj con las acusaciones en su contra.
“El reloj es falso, al igual que es chimbo y falso todo lo que dicen de mí sobre todas las investigaciones que tengo en la Corte”, declaró. Esta inusual estrategia de relaciones públicas, donde un alto funcionario admite usar una falsificación para provocar a sus críticos, ha generado un intenso debate sobre la imagen y el decoro que se espera de una figura pública, dividiendo opiniones entre quienes ven su respuesta como una jugada astuta y quienes la consideran inapropiada para su cargo.













