La grabación, de apenas “ocho segundos”, fue realizada sin su conocimiento.

“Yo no sabía, no me pidió permiso, no tuvo mi consentimiento.

Él me grabó y nunca me enteré”, explicó la presentadora.

La filtración se produjo tiempo después, cuando ella ya había terminado esa relación y estaba comprometida para casarse con otra persona.

Según Soto, su expareja, incapaz de aceptar que ella había rehecho su vida, cumplió una amenaza previa y publicó el video.

En ese momento, la presentadora intentó buscar justicia, pero se encontró con un panorama desolador.

Su expareja negó los hechos, eliminó las pruebas como los mensajes amenazantes e incluso inventó que le habían robado un computador para culpar a terceros.

El impacto emocional fue devastador, generándole sentimientos de vergüenza y traición.

Sin embargo, Soto aprovechó su testimonio para contrastar la falta de herramientas legales de la época con la situación actual, animando a otras mujeres que enfrenten situaciones similares a denunciar. “A las mujeres les digo que ya hay Policía de delitos cibernéticos, que pueden acudir a la Fiscalía y que existen asociaciones que respaldan y apoyan a las víctimas de este tipo de delitos.

No están solas”, afirmó con firmeza.