El propósito principal del viaje era familiar: pasar tiempo con sus padres, especialmente con su padre, William Mebarak, quien enfrenta complicaciones de salud.
A pesar de sus esfuerzos por mantener un perfil bajo, utilizando gorra y tapabocas, su presencia en un centro comercial y un restaurante fue rápidamente advertida, desatando el frenesí de fanáticos y medios.
La respuesta de su equipo de seguridad, que intentó gestionar el acceso del público pidiendo a los transeúntes que usaran otros ascensores, paradójicamente atrajo más atención sobre ella. Este incidente se convirtió en un microcosmos de su realidad: el desafío de cumplir con sus deberes familiares bajo el escrutinio constante del público. La controversia sobre la privacidad se hizo evidente en las redes sociales, donde un comentario citado en uno de los artículos resume el sentir de muchos seguidores: “La gente no puede dejar que ella haga su vida tranquila, ni con el papá enfermo la dejan estar un rato”. Este suceso, aunque no fue una crisis orquestada, se convierte en un asunto de relaciones públicas que, de manera no intencionada, beneficia a la artista al mantenerla en la conversación pública justo cuando promociona las fechas de su gira mundial en Colombia, creando una sinergia entre su vida personal y sus compromisos profesionales.