El incidente, donde Byron fue filmado besando a la directora de recursos humanos de la empresa, Kristin Cabot, a pesar de que ambos estaban casados, se convirtió en un escándalo viral. La respuesta de la compañía Astronomer fue inmediata y decisiva: anunció una investigación interna que culminó rápidamente con la renuncia de Byron, la cual fue aceptada por el Consejo de Administración. Esta acción representa una clara estrategia de control de daños para desvincular a la empresa del comportamiento de su directivo. En el ámbito personal, las repercusiones han sido igualmente severas. La esposa de Byron, Megan Kerrigan, reaccionó eliminando su apellido de casada de las redes sociales antes de desactivar su cuenta y, según informes, se ha refugiado en una mansión en Maine. Los medios ya especulan sobre un divorcio que podría costarle a Byron la mitad de su fortuna, estimada en 70 millones de dólares. La estrategia de relaciones públicas de Byron y Cabot ha sido el silencio total, desactivando sus perfiles en redes y evitando cualquier declaración pública. Este caso demuestra cómo un momento de indiscreción, amplificado por la tecnología y las redes sociales, puede desmantelar una carrera y una vida personal en cuestión de días, obligando a respuestas rápidas tanto corporativas como personales.
