La influenciadora Kika Nieto se ubicó en el centro de una intensa controversia tras participar en un viaje a Israel junto a otras celebridades colombianas, el cual fue interpretado como una estrategia para “limpiar la imagen” del gobierno israelí en medio del conflicto en Gaza. Ante la ola de críticas, Nieto publicó un video en sus redes sociales para explicar sus motivaciones y defender su decisión. En su respuesta, la creadora de contenido aseguró que su principal interés era espiritual, ya que “visitar Israel era un sueño personal” que tenía desde niña. Aclaró que no recibió un pago por el viaje, sino que se trató de un “intercambio” donde se cubrieron tiquetes y algunos gastos, y que no se les exigió seguir un guion.
Nieto fue enfática en su postura frente al conflicto: “No apoyo ningún genocidio.
Defiendo la vida, sin importar nacionalidad, religión o ideología”. Sin embargo, su explicación no logró calmar la polémica.
Muchos usuarios consideraron su mensaje superficial y una forma de evadir la responsabilidad ética que implica aceptar una invitación de un gobierno acusado de violaciones a los derechos humanos.
Otros influenciadores, como Johanna Fadul, también fueron criticados por sus publicaciones, en las que retrataban una cara turística y amable del país, omitiendo la grave situación humanitaria a pocos kilómetros.
El caso reavivó el debate sobre el papel de las figuras públicas en conflictos geopolíticos y la responsabilidad social que conlleva su influencia en millones de seguidores.
En resumenLa respuesta de Kika Nieto a las críticas por su viaje a Israel, defendiéndolo como un sueño espiritual, no apaciguó la controversia y, en cambio, profundizó el debate sobre la responsabilidad ética de los influenciadores en conflictos internacionales.