Un ejemplo concreto es el del modelo eléctrico Volkswagen ID.3 Pure en el mercado británico.
El vehículo se publicita con 168 caballos de fuerza (hp), pero de fábrica solo entrega 148 hp. Para desbloquear los 20 hp adicionales, los propietarios deben pagar una suscripción mensual de 22 dólares o realizar un pago único de 878 dólares.
Esta práctica, también explorada por marcas como Tesla, Mercedes-Benz y Ford, está cambiando la forma en que los consumidores interactúan con sus vehículos, convirtiéndolos en plataformas de servicios actualizables. Sin embargo, la iniciativa no está exenta de críticas. BMW intentó un modelo similar cobrando una suscripción para la calefacción de los asientos, pero tuvo que retirarla ante la respuesta negativa de los clientes. La percepción de valor es clave, y mientras algunos usuarios pueden estar dispuestos a pagar por mejoras significativas de potencia o autonomía, cobrar por funciones básicas que el hardware ya incluye puede generar rechazo. Este modelo refleja una tendencia donde las funciones digitales se convierten en servicios que se contratan a demanda, acercando la experiencia automotriz a la de otros sectores de consumo como el entretenimiento o el software.