Según cifras del DANE, las mujeres rurales dedican en promedio 36 horas semanales al trabajo de cuidado no remunerado, en contraste con las 15 horas que dedican los hombres, lo que representa una brecha de 21 horas. Esta disparidad tiene un impacto directo en el mercado laboral: solo el 36,8% de las mujeres en la ruralidad forman parte de la población ocupada, frente al 75% de los hombres. La situación se refleja también en la pobreza, que tiene un claro rostro de género: los hogares encabezados por mujeres son los más golpeados, con un 37,7% viviendo en pobreza monetaria. Además, por cada 100 hombres en pobreza extrema, hay 117 mujeres en la misma condición.

Esta sobrecarga de cuidado, que implica dedicar casi 8 horas diarias a estas labores, genera un "efecto dominó" que frena el potencial de las mujeres. Les impide acceder a formación, redes de contacto y oportunidades de financiamiento, atrapándolas en un ciclo de subsistencia.

En respuesta a esta problemática, han surgido iniciativas como las "Granjas del cuidado" en Antioquia, lideradas por el Sistema del Cuidado departamental.

Estos espacios buscan reducir el tiempo de trabajo no remunerado, fortalecer la autonomía económica y mejorar la seguridad alimentaria de las mujeres rurales, promoviendo la corresponsabilidad entre el Estado, la sociedad y las familias.