Un 44 % de ellas no genera ingresos propios, lo que evidencia una alta dependencia económica. Además, la carga del trabajo de cuidado no remunerado recae desproporcionadamente sobre ellas: la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) revela que en las zonas rurales, el 89,5 % de quienes dedican más de ocho horas diarias a estas labores son mujeres. Esta sobrecarga limita su participación en el mercado laboral formal y en espacios de decisión. La pobreza también tiene un rostro femenino en el campo.

Los hogares con jefatura femenina presentan una mayor incidencia de pobreza multidimensional (25,9 %) en comparación con los hogares liderados por hombres (23,4 %).

Para combatir esta situación, han surgido iniciativas como el proyecto “Raíces, mujeres sembradoras del cambio”, liderado por ONU Mujeres en Nariño, Cauca y Valle del Cauca, que ha fortalecido las capacidades productivas de más de 800 mujeres. Ingrid Ampudia, representante de una organización en Tumaco, afirmó: “Hemos aprendido a fortalecer nuestros conocimientos, a mejorar la calidad de nuestros productos y a confiar en nuestras propias capacidades”. Estas acciones, junto con las de organizaciones como la Fundación Alpina, buscan no solo generar ingresos, sino también fortalecer el liderazgo y la participación política de las mujeres rurales, reconociéndolas como agentes de cambio esenciales para un desarrollo sostenible y equitativo.