Este panorama de contrastes evidencia que la recuperación económica no ha sido homogénea y que los desafíos varían drásticamente entre regiones.
Medellín y su área metropolitana se consolidaron como un motor de empleo, alcanzando una tasa de desocupación del 6,4 % en el trimestre junio-agosto de 2025, la más baja del país. Este éxito, que representa una caída desde el 8,3 % del año anterior, se atribuye a una fuerte articulación entre el sector público, la academia y el empresariado, con un notable crecimiento en la industria manufacturera y los servicios. En el extremo opuesto se encuentra Quibdó, con la tasa más alta del país (24,4 %).
Un caso particularmente preocupante es el de Neiva, que fue la única ciudad donde el desempleo aumentó, pasando de 9,6 % a 9,7 %. Además, en la capital del Huila el desempleo juvenil escaló del 14,5 % al 16,5 % y la informalidad se situó en un alarmante 52,9 %. Expertos locales atribuyen esta situación a la falta de diversificación económica, concentrada en comercio y servicios.
Otras ciudades como Bucaramanga también enfrentan retos, con un aumento en el desempleo juvenil al 14,9 %.
Por otro lado, Ibagué mostró una mejora significativa, reduciendo su tasa de 15,2 % a 12,5 % y creando cerca de 20.000 nuevos empleos. El caso de Bogotá y Medellín también destaca porque la reducción de la pobreza en estas ciudades fue impulsada principalmente por el aumento del ingreso laboral en los hogares más pobres, un crecimiento calificado como "pro-pobre", a diferencia de Cali y Barranquilla, donde este indicador se estancó.