La decisión se basa en denuncias y pruebas audiovisuales que se hicieron virales en 2023, donde directivos de la compañía aparecían humillando al personal. La investigación, que se inició en septiembre de 2023 a raíz de las denuncias de siete trabajadores, estuvo a punto de ser archivada, pero fue reactivada por el entonces viceministro Edwin Palma. El expediente documentó un patrón de intimidación, incluyendo un episodio en el que los empleados fueron obligados a realizar una “formación militar” bajo insultos y amenazas por parte de Diego Fernando Charry Parra, socio y directivo de la empresa. Estos actos, según el Ministerio, generaron miedo, angustia y afectaciones a la salud mental de los trabajadores, como estrés y ansiedad laboral. La sanción se desglosa en tres multas: $508 millones por violar tratados internacionales sobre derechos humanos y protección a la mujer; $254 millones por ofender la dignidad de los trabajadores; y $254 millones por vulnerar el Código Sustantivo del Trabajo. Adicionalmente, el Ministerio remitió copias del expediente a la Fiscalía General de la Nación para que se investigue a Charry Parra por el presunto delito de falso testimonio. La empresa deberá pagar la multa y adoptar correctivos para garantizar un ambiente laboral respetuoso.
Ministerio de Trabajo impone multa superior a $1.000 millones a empresa en Ibagué por maltrato laboral
El Ministerio de Trabajo impuso una sanción histórica de más de 1.016 millones de pesos a la empresa Charry Trading S.A.S. de Ibagué, tras comprobarse graves prácticas de acoso, hostigamiento y maltrato contra sus empleados.



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Hasta ahora, 16 niños muertos, ¿vendrán más? egutierrez Dom, 23/11/2025 - 08:43 Rodrigo López Oviedo Dom, 23/11/2025 - 08:43 Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. PUBLICIDAD Como si hubiera sido poca la preocupación que nos produjo el bombardeo ocurrido en el Guaviare, que dejó a 7 madres llorando la muerte de sus adolescentes hijos, hemos sabido después, por boca de la subdirectora de la fundación Pares, que ya antes, entre agosto y este luctuoso día, se habían producido tres bombardeos más con otros seis menores muertos, a los cuales habría que agregar los que pudieron caer en otras doce operaciones similares realizadas en este 2025.Estos hechos son aún más deplorables por haber sido ordenados por el presidente Petro, a quien vimos censurar hechos similares cuando fungía como congresista. No puede ser que ahora, gracias a un enroque presidencial, este tipo de hechos se hayan vuelto aceptables y que Petro los justifique con argumentos traídos de los cabellos, como el de que las víctimas de reclutamiento forzado son también “objetivos militares legítimos” y que como tal hay que tratarlos.Refiriéndose a este último bombardeo, dice el señor presidente que fue la respuesta a una emboscada en la que estaban en riesgo inminente de caer 20 soldados. Esta es una justificación difícil de creer, ya que por informaciones anteriores sabíamos que lo bombardeado había sido un campamento, y desde un campamento es muy difícil emboscar a nadie. Adicionalmente, tampoco es creíble que la emboscada fuera inminente, ya que entre la orden de bombardear y el bombardeo mismo transcurrieron tres días.Pues no, señor presidente, antes que bombas lo que requieren estos menores es que, a cambio de revictimizarlos a costa de su propia vida, se les reconozca como titulares del derecho a protección especial, lo cual obliga a que cualquier operativo militar que pueda afectarlos se preceda de un caudal suficiente de precauciones que eviten desenlaces como los que hoy lamentamos. La única razón que podría explicar su cambio de actitud, de supeditar la condición de víctimas del conflicto de estos menores a la de “objetivos militares legítimos”, es que esté cediendo a la exigencia de resultados militares que demanda la derecha.Señalemos finalmente una nueva preocupación, y es la de que, también por orden presidencial, los bombardeos continuarán, y esto nos coloca ante una disyuntiva: irnos acostumbrando pasivamente a ser testigos de que se sigan ejecutando, o rechazarlos desde las calles, ahora sin la venia presidencial e, incluso, contra su voluntad. La respuesta no puede ser otra que la de evitar convertimos en cómplices, como lo fuimos al permitir que 16 billones de pesos, que podrían servir para atender necesidades apremiantes, se hubieran destinado a la compra de aviones de guerra. Y guerra no es lo que necesitamos. Necesitamos paz.






