Esta disparidad se atribuye a factores estructurales como la desigual carga de trabajo de cuidado no remunerado y las barreras para acceder a la educación superior y a empleos formales. La problemática se extiende más allá de la juventud. El oficio de la recolección de piangüa en el Pacífico colombiano, por ejemplo, es una actividad ancestral realizada mayoritariamente por mujeres, que representa su principal sustento e independencia económica. Sin embargo, históricamente ha sido subvalorado y considerado una labor “menor” en comparación con la pesca o la madera, actividades dominadas por hombres. Matilde Mosquera, líder de la asociación Raíces Piangüeras, señala la necesidad de visibilizar este trabajo como un sector productivo en sí mismo y no como un subsector de la pesca. Aura Nelly Díaz Moreno, piangüera de 50 años, recuerda el estigma social que enfrentaban: “A mí me tocó escuchar con mi propio oído a hombres diciendo ‘yo no soy capaz de acostarme con una mujer piangüera’, porque nos veían como algo que no valía nada”.
Aunque la percepción ha mejorado gracias al asociacionismo, estos ejemplos demuestran que las barreras culturales y económicas siguen perpetuando la desigualdad de género en el ámbito laboral colombiano.