Tras una reunión en Corea del Sur entre los presidentes Donald Trump y Xi Jinping, ambas potencias acordaron apaciguar su conflicto comercial.
Washington se comprometió a reducir del 20 % al 10 % los aranceles impuestos a China en represalia por el tráfico de fentanilo.
A cambio, Pekín reforzará la supervisión sobre los precursores químicos de este opioide. Adicionalmente, China reanudará la compra de soja estadounidense y suspenderá los controles a la exportación de tierras raras, materiales estratégicos para la industria tecnológica y militar. El presidente Xi Jinping, en la cumbre de la APEC, advirtió sobre los peligros de interrumpir las cadenas de suministro, insistiendo en la necesidad de “alargar las cadenas en lugar de romperlas”. Otro componente del acuerdo es la suspensión por 12 meses de las tarifas portuarias recíprocas, que afectaban el transporte marítimo con un costo estimado de 3.200 millones de dólares anuales. Analistas como Gabriel Wildau, de la consultora Teneo, valoraron el pacto como un resultado intermedio que mitiga los temores de un regreso a “aranceles a nivel de embargo del 100 por cien o más”, pero advirtieron que el acuerdo “parece frágil, ya que nuevas tensiones en el comercio o la seguridad podrían llevar a una o ambas partes a tomar nuevas medidas coercitivas”. A pesar de la distensión, la diversificación de las cadenas de suministro sigue siendo una prioridad para Estados Unidos, como lo expresó el secretario del Tesoro, Scott Bessent.












